Que no haya más daño
Hace poco tiempo que—en función de candidato—el hoy presidente Abinader se pavoneaba por el país proclamando el advenimiento del reino de la abundancia.
Con voz ensayada y gestos aprendidos anunciaba al pueblo dominicano el tiempo de la comida barata, los combustibles rebajados y el fin de la pobreza, la inseguridad y la delincuencia.
Poco hay que decir luego de tres años del reino de Abinader. La desesperanza y la desilusión cunden por todas partes.
Por eso da mucho miedo escuchar al presidente Abinader—al justificar su aspiración de reelegirse—prometer continuar el reino de la “honestidad”.
Y da miedo porque lo dijo sin atragantarse. Lo que significa que, como dice el pueblo dominicano, el presidente es capaz de tragarse un tiburón podrido sin eructar.
El reino del “cambio” y Abinader se inició con escándalos de acoso sexual, actos de corrupción, despilfarro del erario y asesinato de un ministro.
Ya en sus postrimerías, la comida es cara y escasa, los combustibles no bajan y la inseguridad campea.
En los primeros seis meses de este año, el crecimiento se desplomó del 5% promedio a apenas un 1.2% y ojalá la tragedia se detenga ahí mientras esperamos el informe de qué fue lo que realmente ocurrió en San Cristóbal, donde cerca de cuarenta dominicanos y dominicanas perdieron la vida en una explosión inexplicada.
“Honesty is such a lonely word”, dice la canción, y en boca del presidente esa prometida honestidad no es sino simulación. Peligrosa simulación.
De modo que al abocarnos al final incierto del reino de Abinader y el PRM no debemos sino desear que no haya más daños para nuestro sufrido pueblo.
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