Como payaso al circo, vuleve el tema haitiano al ruedo.
El Cambio va a invertir casi dos mil millones de pesos en un muro que va ser burlado y derribado por el hambre y la necesidad.
Se vende la obra como un castigo de los buenos a los vecinos «mal portaos» 
La grada nacionalista rie y pide fuete, mientras los progres del Gobierno guardan silencio y cuidan los puestos.
Iluso el presidente, sin los haitianos, aquí se para la producción de arroz, café, cacao, banano, plátanos, vegetales, tabaco, construcción y todo lo que necesita mano de obra barata, el muro no va a impedir esa mano de obra porque se cae la economía.
Tampoco va a detener el paso de personas ni los negocios legales e ilegales, pero si va a encarecer el peaje y en gran medida se harán más ricas las mafias de ambos lados.
Ese muro es una sublime declaración de incompetencia, es la purisíma imagen del fracaso en la aplicación de las leyes y una política migratoria en la frontera. 
Pueden hacer 10 muros y todo lo que pasa en la frontera va a continuar su solapado curso.
Los pueblos de la frontera lo que necesitan son puentes de inversiones en agropecuaria, zonas francas, politécnicos, caminos, crédito para las MIPYMES, inversiones en la juventud, la niñez y las mujeres.
Haití es una realidad, duela a quien duela, somos dos pueblos obligados a convivir en esta isla, a querernos y entendernos a manera flamboyan, con nuestras flores y nuestras vainas.
Los tiempos claman puentes de comprensión, diálogo, solidaridad y promoción de vida plena en la isla.
Ese muro, aunque le llamen verja Inteligente, es una brutalidad política, un absurdo histórico, un espejísmo de pasarela, un gasto hipermillonario que no resuelve en nada los temas de fondo entre nosotros y Haití.
La realidad les da en la cara, para levantar el muro, se necesita mano de obra haitiana.
Salgan a las calles y verán que en la vida cotidiana, la frontera dominico-haitiana va bailando bachata y kompa de Arroyo Hondo a Punta Cana y ahí no hay muro que valga.