Profundizar la tragedia
Con su fardo de ochenta años sobre los hombros, este hombre alegraba sus días con esperanza. Una esperanza muy concreta: su cerda enorme, hermosa, con más de una decena de cerditos.
No eran su alcancía, como dicen. Tampoco la posibilidad de toparse con unos cuantos pesos cada cierto tiempo. Eran mucho más: eran una certeza; una razón para despertar cada día y salir alegre a saludar al sol y a constatar de nuevo el portento: aquella madre roncando complacida rodeada por su prole.
Como él hay miles. Y, como él, todos están anonadados. Consternados cuando ven llegar más crecida su desgracia. Las brigadas del gobierno vienen a llevar sus cerdos hacia la muerte.
¿Cómo puede ser? Se preguntan. Creían que el gobierno estaba para defenderlos, no para robarles razones de vivir. Para evitarles la tragedia, no para agrandársela.
El cambio. El descuido. Más de 300 técnicos cancelados. Puertos y aeropuertos desguarnecidos. Protocolos descontinuados. Y la peste de nuevo nos pilló.
La tragedia más grave de nuestra sociedad es la desigualdad. Los buenos gobiernos procuran administrarla de tal modo que no hagan más angustiosa la vida de los más vulnerables. Los malos, la profundizan.
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