Problema y oportunidad
Desde que nos levantamos, los seres humanos bregamos con problemas. De todo tipo y tamaño. Reales o inexistentes. Nos pasamos la vida, a decir verdad, resolviendo (o intentando) resolver problemas propios, ajenos, de pareja, de hijos, de compañeros de trabajo o de la comunidad a la que pertenecemos.
A veces, muchas veces, resulta agotador, pero muchas otras veces también cosechamos la alegría de haber encontrado a tiempo una solución.
Es oportuno recordar que a los optimistas y a las personas inteligentes no les gusta que a los problemas se les llame problemas. Prefieren llamarlos desafíos, lo que les asienta muy bien por el entusiasmo e ilusión que convoca un nombre tan retador.
Aunque, llámele como usted quiera, un problema seguirá siendo un problema al que debe buscársele solución.
Preferiblemente oportunidad y no solución, sin duda, porque abre un abanico de posibilidades y evita salidas mediocres. Una ocurrencia genial y más rentable es la oportunidad, como quiera que se la compare con cualquier solución.
Problemas que reclaman solución, desafíos que descubren oportunidades, y sin embargo, ahí no está el asunto.
Mire usted, cuando se gobierna siempre habrá solución a los problemas porque hay oportunidad. El desafío es cuando, como y a favor de quien o de quienes se resuelven los problemas que se presentan.
La escasez de carne de pollo, por ejemplo, es un problema causado por el aumento de la demanda (oportunidad), provocado por la caída del consumo de la carne de cerdo (otro problema), a su vez causado por la Peste Porcina Africana, ciertamente un problema que se podría convertir en una oportunidad.
¿Cuándo, cómo y a favor de quiénes estos problemas se convierten en oportunidades?
Pronto lo sabremos. O quizás, dirá usted, ya lo estamos viendo.
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