Ojalá que ya no fuese necesario recordar el golpe de Estado contra Bosch cada 25 de septiembre. Que sólo fuera una efeméride, una pedagogía, no una realidad lacerante.

Ojalá que ya no viéramos dominicanos y dominicanas llorar por las camas del hospital sin colchones.

Porque no hay aulas para sus hijos e hijas.Porque las lluvias les dejaron a la intemperie y no aparece la asistencia.

Porque les falta el crédito indispensable, oportuno y suficiente para emprender.

Ojalá que el Producto Interior Bruto (la riqueza que producimos todos) estuviese ya mejor repartido y a nadie faltaran la comida, la salud, la educación indispensables.

Que no faltaran ya las oportunidades para crecer y vivir decorosamente.

Que hubiese desaparecido el golpismo en Nuestra América.

Ojalá que no fuese ya tiempo de golpes de Estado como el perpetrado contra el presidente Lugo, en Paraguay (2012); contra Chávez, en Venezuela (2002); contra Zelaya, en Honduras (2009); el intentado contra el presidente Correa, en Ecuador (2010); contra Dilma, Lula y el PT que ha destrozado a Brasil (2016); contra Evo Morales, en Bolivia (2019)… Que desde el Departamento de Estado ya no se dieran las órdenes que piden respeto a la democracia que asesinan cada 25 de septiembre y cada siempre.

Ojalá que no fuese necesario recordar el golpe contra Bosch más que como el hito que fue, el símbolo que es, la nostalgia que siempre palpita en la memoria agradecida.

Ojalá que solo fuese la efeméride, la pedagogía, no esta realidad brutal que 59 años después recuerda que no fue bueno tronchar aquel plan de gobierno. Aquel primer intento de construir democracia para todos, no privilegios para unos pocos.