Nuestra escuela con cambio y pandemia
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Recintos escolares desiertos. Familias agotadas. Miles de millones de pesos repartidos a grandes medios. Niños y niñas de los sectores más empobrecidos dejados a la suerte. Muchos de ellos de regreso al limpiabotas o a la venta en las calles. Un año escolar irremisiblemente perdido (esperemos los parches). Incertidumbre.
El Ministerio no comunica un plan que especifique una ruta de corto, mediano o largo plazo a las familias. Ése podría ser, en pocas palabras, el paisaje que muestra la escuela dominicana hoy. Sobre todo la escuela de los más pobres. Ricos y clase media alta buscan soluciones, costosas en todos los sentidos.
¿Es el mismo panorama en todas partes? No. En Argentina ya reabren siguiendo un plan y un protocolo de protección. En Estados Unidos las escuelas dejaron a la familia la elección entre lo virtual y lo presencial. Pero la escuela no cerró.
En Cuba, siguiendo un procedimiento que evita sacrificios innecesarios y con un estricto protocolo sanitario, la escuela prácticamente no cerró. Y menos las de los chiquitines, para permitir que sus padres—sobre todo los que trabajan en el servicio de salud—pudieran seguir laborando. Son tres botones de muestra.
En nuestro país la situación no puede ser más dramática. Las familias más pobres, sin dudas las más perjudicadas, dejaron de recibir los alimentos de sus niños con la regularidad y la calidad con que lo hacía el Instituto para el Bienestar Estudiantil, INABIE.
La escuela privada sobrevive gracias a padres, madres y abuelos agotados y tampoco se conoce o desarrolla un programa adicional de acompañamiento a las familias sobrecargadas por el estrés y la complejidad y cantidad de las tareas.
Peor aún, en medio de la incertidumbre y la vulnerabilidad que genera la pandemia, el Ministerio de Educación lanzó a las calles a decenas de miles de maestros y maestras, técnicos y personal de conserjería sin pensar un instante en el impacto que tendrá semejante atropello en los planes educativos ya en marcha.
Con el mismo espíritu improvisador y atropellante, el INAIPI ha lanzado a las calles a centenares de técnicas de la educación inicial que habían sido seleccionadas mediante concurso.
Lamentable, pero lejos de pensar en la salvación del año escolar y garantizar un clima escolar apropiado, las autoridades han aprovechado la pandemia para desmantelar el programa de jornada escolar extendida que venía desarrollándose con éxito en todo el país. Error garrafal que regresa la escuela dominicana a la edad de los nombramientos de dedo, a la politiquería en la escuela pública y a la improvisación.
En la educación no sabemos cuál ha sido peor, si el cambio o la pandemia. Una verdadera reversa. Y pagaremos muy caro el desatino. Que no quepa duda.
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