
No hay que ser profeta
No hay que serlo, presidente. Al llegar su Gobierno, las primeras medidas tomadas anunciaban el desastre.
El despojo de conquistas sociales tan necesarias, tan fundamentales, como la energía eléctrica continua es el lodo de aquellos polvos que trajeron el Cambio.
El servicio eficiente en hospitales y farmacias del pueblo; la calidad y frecuencia en la alimentación escolar. A eso renunció su Gobierno.
La quiebra del campo para privilegiar importaciones es la triste estampa de su famélica gestión gubernamental.
Privatización, entreguismo, abandono, desmonte de políticas, improvisación, negocio y vinculación con narcotráfico. Eso ha sido su Gobierno desde el primer día.
No había que ser profeta para vislumbrar el cataclismo. No hay que ser profeta para adivinar lo que viene, si seguimos el rumbo que llevamos.
No es la oposición la que lo advierte, es el pueblo. No hay agua, no hay luz, no hay comida, no hay obras. Como preguntó Danilo: ¿se vive mejor?
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