No es Maduro, es Venezuela
La República Dominicana cabe veintidós veces en el territorio de Venezuela. En esa vastedad la patria de Bolívar cuenta con riquezas inmensas en ríos, selvas, montañas, extraordinarios paisajes y reservas probadas de petróleo y gas natural consideradas las primeras del mundo.
Venezuela no fue un problema para Estados Unidos mientras fue pasto de la corrupción que devoraba sus riquezas y empobrecía al pueblo antes de que Hugo Chávez tomara el poder en 1999.
En 1999 comenzaron las agresiones internas y externas contra la Revolución Bolivariana de Chávez. En abril del 2002 ocurrió un golpe de Estado que duró 48 horas. El pueblo y las fuerzas armadas leales repusieron al presidente, pero la oligarquía y su amo no dejaron de conspirar.
Han sido veinticinco años de acoso y veinticinco años de ratificación de parte del pueblo en triunfos electorales sucesivos al tiempo que negados por los de siempre: Estados Unidos.
Derrotadas en las calles las bandas criminales pagadas; derrotados los engendros como Guaidó, Urrutia y similares; bloqueados decenas de miles de millones de dólares del pueblo venezolano en bancos extranjeros; bloqueo económico y saqueo de capitales por parte de la oligarquía venezolana…
Cuando podría pensarse que Estados Unidos y sus cómplices lo habían intentado todo, vinieron el escarnio, la infamia, la calumnia propalada por los matones y sus medios y el despliegue naval, con portaviones y todo.
La invasión militar apoyada por los lacayos de siempre—gobierno dominicano incluido—asoma su rostro sangriento de nuevo; no contra Maduro, sino contra Venezuela. No contra Venezuela, contra Nuestra América.
Al gobierno Trump lo asusta la desobediencia de nuestros pueblos. Quiere el feudo, la humillación a lo Abinader y compartes.
Adictos al petróleo regalado, quieren de nuevo apuñalar el corazón de Nuestra América en Venezuela.
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