
No es la educación que fracasa: es el Gobierno
La educación es una actividad permanente. “De la cuna a la tumba”, nos dicen los grandes educadores. Es, por tanto, la más importante de nuestras actividades.
Requiere programación y evaluación rigurosas y, sobre todo, esfuerzo e inversión permanentes por parte del gobierno para el cumplimiento de dos metas: hacernos “cultos, para ser libres, y buenos, para ser felices”, decía Martí.
La educación requiere compromiso de las autoridades con el pueblo y un verdadero sentido de la solidaridad y la justicia.
El esfuerzo sostenido del programa Quisqueya Aprende Contigo—de 2012 a 2019—alfabetizó a más de medio millón de dominicanos y dominicanas. Ese mismo empeño aportó la construcción de 25 mil nuevas aulas, lo cual permitió disminuir la cantidad de estudiantes por aula.
En la educación pública había escuelas con hasta 80 estudiantes por aula. Esa situación cambió drásticamente bajando esa cifra a la mitad en la mayoría de los casos. El esfuerzo para agregar nuevas aulas debió continuarse y no ha ocurrido así. En cinco años el gobierno apenas ha agregado nuevas aulas al sistema.
Peor aún, el gobierno Abinader-PRM a su llegada desmanteló casi todos los programas que se estaban ejecutando; politizó la contratación de nuevos docentes; llenó el MINERD de botellas; canceló a cientos de técnicos o los degradó y llevó de nuevo la corrupción al sistema.
Por eso, no se sorprenda si casi el 40% de los dominicanos y dominicanas, según mediciones recientes, entienden que nuestra educación ha empeorado en los últimos años.
El analfabetismo, por ejemplo, subió al 6% y en las zonas más pobres supera el 14%.
No es el fracaso de la educación dominicana: es el fracaso del gobierno.
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