Mentiras y pescado
Las vallas que anunciaban la promesa de crear un millón de empleos ya fueron retiradas de las vías públicas.
Así de rápido se esfuman las promesas.
¿Se dieron cuenta de que no se crean 250 mil empleos por año sólo con desearlo? ¿Promesas para embaucar votantes?
Probablemente no hemos creado empleos. A lo sumo se recuperaron los que la pandemia había afectado, que no es lo mismo.
Y con la vivienda, ¿cómo va la construcción de las cien mil prometidas? Hablamos de 25 mil por año.
¿Cuántas miles van año y medio después? ¿Autoengaño u, otra vez, argucia politiquera?
Y, con los combustibles, ¿qué se hizo el proyecto de ley que revisaría la ley de hidrocarburos y “la estructura de costos” de los combustibles anunciada con bombos y platillos, sin sonrojo, hace un año ante el Congreso?
¿Qué se hizo la fórmula mágica del ministro de Industria y Comercio?
Y el Administrativo de la Presidencia, ¿ya no siente que le roban cuando echa combustible? ¿Será porque ahora lo echa en Palacio?
¿Qué se hicieron las promesas de defender la propiedad pública?
Si tanto dicen defenderla, ¿por qué se aparecen ahora con un fideicomiso tras otro inventado para privatizar desde Bahía de Las Águilas, Punta Catalina, el puerto de Manzanillo, la inspección de vehículos (revista) y el INPOSDOM, hasta la cacareada reforma policial?
La vieja y siniestra fórmula de “miente, miente que algo queda” parece que los estrategas del cambio la sustituyeron por “promete, promete que con tiempo y “grasa” todo se olvida”.
Pero bien dice el pueblo que para decir mentiras y comer pescado hay que tener mucho cuidado.
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