Melissa: el agua y las desigualdades
Con Melissa llegaron las aguas. Necesarias. Esperadas. Representan más energía hidráulica, fertilización de suelos, revitalización de cauces y acuíferos, esperanzas para agricultores y riqueza para el país.
Los pobres, cinco millones de dominicanos y dominicanas de todas las edades, ponen los refugiados y los muertos. Los desaparecidos. Las víctimas del dengue, la malaria y la leptospirosis.
Todo eso que el presidente Abinader y el PRM creen que se resuelve con una “brisita”, un “bono a mil” o una tarjetica Supérate o con las cifras del PIB que sólo interesan al gobierno, al FMI y a los tutumpotes.
Porque si las políticas gubernamentales no son integrales, abarcadoras, inclusivas y liberadoras entonces son excluyentes, elitistas y esclavizadoras de la sociedad.
Las políticas que no desarrollan de manera integral a todos los sectores sociales son más de lo mismo que hemos padecido per sécula seculorum, por más que les llamen “cambio”.
La tarjeta, el bono, la “brisita” o como les llamen Abinader y el PRM, no son más que hábiles mecanismos de empobrecimiento, instrumentación del voto y, por tanto, de envilecimiento.
Melissa debía ser una bendición para todos y todas, sin ser una desgracia para millones de familias.
Pero las aguas no pueden superar las desigualdades.
Eso debían hacerlo las políticas oficiales que, desde el 2020 no hacen más que crear pobreza con la anulación de la tanda extendida y el empobrecimiento de la alimentación escolar; con la destrucción del aparato productivo por las importaciones que enriquecen a los jefes del cambio; con el aumento del desempleo vía la quiebra de centenares de pequeños y medianos productores; con el incremento criminal de la deuda externa para clientelismo; con la eliminación del programa de alfabetización; con la paralización de la construcción de nuevas aulas; con la supresión de miles de negocios surgidos de las visitas sorpresa, es decir, con la instalación del gobierno de privilegios del cambio.
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