Mamar gallo
Cuentan quienes le conocieron que a Gabriel García Márquez le gustaba “mamar gallo”.
Ciertamente, en sus escritos y conversaciones, descubrimos que la “mamadera de gallo” está en el genoma de las historias que contó.
“Mamar gallo”, para los que no conocen la expresión colombiana (muy costeña), es la narración bromista y absurda que provocaría en nosotros los dominicanos: ¿tú estarás relajando?
Y más allá: porque el absurdo (disparate incluido) social, económico, político y climático forma parte de la cotidianidad de América Latina y no únicamente del Caribe.
La reconstrucción artística del absurdo cotidiano hiperbólico viene a ser para nosotros latinoamericanos un desafío cultural a ese “desorden de cosas imperante”, de valoración a la resiliencia colectiva y de terapia contra el malhumor y la locura.
Por eso tenemos tantos, geniales y queridos escritores, compositores, pintores y cineastas.
Hace unos días pude disfrutar de un documental que menciona la presencia del vallenato y sus historias en el genoma narrativo garciamarquiano, algo que tiempo atrás y en general en los ciudadanos de Nuestra América, observó el mexicano Carlos Monsiváis de la canción popular y el cine en la construcción de gestos y conductas.
“La gran parranda: historias sobre Gabriel García Márquez”, documental de la cineasta húngara Eszter Vörös puede encontrarse en Netflix.
Mamar gallo a ritmo de vallenato debió ser divertido escribir así.
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