Los marchantes de Friusa
La emigración es un excedente del capitalismo. Mercancía sobrante. Por eso es tan barata.
Ese ejército de desempleados es, sin embargo, indispensable para abaratar esa mercancía fundamental llamada fuerza de trabajo. Sobrante, pero indispensable al mismo tiempo.
A dondequiera que va lleva consigo además el estigma que sirve para abaratarla aún más: es haragana, mal educada, ignorante, delincuente y continúe usted. No es víctima: es victimaria, según sus perseguidores.
Son latinos o hispanos, caribeños, etcétera en Estados Unidos. Árabes, africanos, etcétera en Europa. Y son haitianos en República Dominicana. Y allá, como aquí, responsables de todos los problemas del mundo.
No el capitalismo que los explota primero y los arroja después como desecho. No el tutumpote dispuesto siempre a despojarles hasta de lo más elemental: la cesantía es un caso aquí. Poder botarlos sin derecho a nada. Que el Estado resuelva. Qué maravilla.
Trump, neofascistas europeos y sus semejantes en nuestro país se arrogan el “derecho” a violarles sus derechos. En nombre de un nacionalismo tan anacrónico como abusador que calla la compleja explotación de los más desamparados.
Y allá como aquí está la tropa de choque. Dispuesta al pogromo. A la provocación. A coger piedras para los más chiquitos. Clase media seudo nacionalista, fanática, iluminada, fundamentalista, servidora del sistema explotador.
Dispuesta a tomar la justicia en sus manos. Usualmente armada, puede agredir. Y hasta matar. Al gobierno que ponga ojo.
En EEUU, en Europa, como aquí, son los mismos. Son los marchantes de Friusa.
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