Lo que se cuece
Debajo del sol de la isla recortada hay ciudadanos atrapados, presos de las circunstancias. Ciudadanos en guerra, contra sí mismos y contra otros ciudadanos.
Habitantes hay de una ciudad salpicada. El suelo es de cemento y la sangre no lo ablanda como la lluvia a la tierra.
Sigue siendo la misma dura ciudad. Ahora más endurecida. La desigualdad se ha estacionado sobre ella y los ciudadanos resienten y padecen.
El sorbo de café en la primera hora no aplaca el cariz que ha tomado la vida.
Con la crisis de joroba, los ojos sin brillo y la piel ardiendo del calor intenso de la ciudad, salen las almas a las calles, en la primera hora, a recibir violencia y a ser violentos.
La furia en un instante detona en la ciudad. Palitos de fósforo caminan por la sórdida avenida de la rabia.
La ira colma todos los espacios. El herrumbroso cielo espejea el tráfago de los que salen en busca de todo y vuelven con nada. Con estómagos y bolsillos vacíos.
Lo que se cuece en las estufas de los pobres ciudadanos pobres es un caldo peligroso.
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