Lo que nos salva
El final se acerca ya. Lo esperaré serenamente… Así dice la versión en español de «My way», interpretada por el sinigual Rafael de España.
Así ha llegado también el fin de este 2022.
El desenfreno suele alimentar a las almas en esta época. Comprar, gastar, salir, pagar. Llenar las calles de estáticos vehículos y la atmósfera de combustible quemado. No hay tiempo ni para toser; todo hay que resolverlo en las 35 horas que no tiene el día.
Hay otros que no tienen en qué gastar las horas. Recluidos en hospitales con algún familiar enfermo o enfermos ellos. O sufriendo angustiosamente la muerte de algún cercano. La fiesta, la algarabía y el ímpetu se diluyen. Las preocupaciones pasan a ser otras.
En esa reflexión también se encuentran los que nada o poco poseen, quienes solo son dueños de su respiración. Mirar el cielo y no hallar nada, ni respuestas ni conmiseración. Así la pasan los desastrados de la tierra.
Aun para los despreocupados, de bolsillos satisfechos, todo se reduce a nada con alguna amarga noticia recién llegada, sobre un muerto, un enfermo, una tragedia. Y el año y su fin proceden a tener otro significado.
En la barahúnda de cosas, de millones de emociones que erosionan de almas de distintos colores, sabores y clases, lo que nos salva y nos salvará siempre, lo que nos dará aura y elación será la solidaridad de unos con otros. En la pena y la alegría, solidaridad.
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