Las palabras, señor Bond…
La construcción del consciente colectivo de las sociedades tiene mucho o todo que ver con la construcción de los relatos. Porque no, la importancia de la narrativa no es cosa nueva.
La ha usado y entendido la iglesia católica con la historia de Cristo y también la vemos en la política, ya sea en lo electoral o desde los gobiernos. A todos, no importa el año o lugar de nacimiento, nos gustan los cuentos.
Se usa el storytelling para simplificar, para generar confianza, para construir un mensaje que llegue, que se viralice y se repita con facilidad. Y en este proceso se busca también generar identidad, que la gente se sienta parte de algo.
Por supuesto, y esta es la parte a la que quiero llegar, se usa para crear buenos y malos. Y el camino va tan largo y complicado, que en esas vueltas hemos olvidado el respeto y la empatía. Coexistir implica un grado de tolerancia que hoy parece no existir, decía Julián Kanarek en la presentación de su libro «Trascender el reactivo», en un Twitter Spaces con librería BroLi.
Sin 007, pero con muchos dramas peliculeros, los medios nos han llevado a vivir un «Tomorrow never dies».
Resumido en frases de esa misma película, comienzan guerras para ganar audiencias y hacen lo mismo que explica Elliot Carver, interpretado por Jonathan Pryce: «los grandes hombres siempre han manipulado los medios para salvar al mundo». Al menos eso es lo que creen.
Las discusiones deben llevarnos a generar un futuro diferente, más positivo que el presente. Y es tarea de todos hacerlo con un debate más constructivo, que reivindique la democracia, que deje de abrir más heridas y grietas. La prensa, partidos políticos y organizaciones de todo tipo deben jugar su papel en esto.
La información es democracia, poder y negocio. Las palabras, señor Bond. Esas son las nuevas armas.
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