La trestreza
Ya va siendo costumbre cada día: algo ocurre que viene a perturbar las ganas de estar alegres y que impide acomodarse en la certidumbre de esta tarde y de mañana previsibles.
Un concierto de aguafiestas abruman provocando malas noticias. En conjura para fastidiar, para desanimar.
Castiga el desconcierto, y la decepción se convierte en penitencia. La salud mental, se ve afectada.
Una suerte de «trestreza», suma de tristeza y estrés, enfado e impotencia.
Y la verdad es que han tenido éxito los aguafiestas, pues han embobado a media humanidad, haciéndola olvidar las buenas cosas que ella hizo, es capaz de hacer y hace todos los días.
Unos locuaces ilusionistas han tenido el talento para cambiarnos un lunes soleado por un jueves lluvioso…siendo lunes y, para mayor descaro, vendernos sus paraguas.
Si no actuamos a tiempo, si no reaccionamos, nos costará un riñón o dializamos de por vida. Es hora de desintoxicarse. Esto de consumir solo malas noticias, dizque porque buenas no hay o no atraen, daña la salud mental.
Estamos rodeados de pequeñas y muchas alegrías, que no tienen buena prensa ni colocación publicitaria. Para las alegrías no hay presupuesto.
Busquémoslas y coloquemos en ellas nuestro cariño y entusiasmo.
Recuperar la alegría como camino y destino, como certeza y derecho, es un asunto práctico.
No desaparece sola la tristeza, menos aún la trestreza, ni siquiera con las peores maldiciones. Para desalojarla, hay que construir la alegría. Desde las cosas pequeñas. E ignorar a los aguafiestas, como disciplinados desobedientes.
Anímate.
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