La preocupación es otra

17-06-2024
Quiero que sepas
Ojalá, República Dominicana
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La reforma a los impuestos en la que se insiste, terminará siendo un fracaso fiscal, empobrecimiento para la clase media empresarial y asalariada, crimen contra los pobres y normalización de un mal gobierno. 

“La reforma fiscal es una necesidad para el país”, tituló un diario dominicano, citando (curiosamente) a un banquero extranjero. ¿Para qué, para lograr qué?, pregunto. 

¿Será para la sostenibilidad -asegurar el pago de intereses- del innecesario y excesivo endeudamiento estatal, cuyos únicos beneficiarios son los dueños de los bancos? ¿Será para la sostenibilidad del negocio (barril sin fondo) eléctrico con subsidios e ineficiencia (provocada) crecientes? ¿Será para la sostenibilidad de la evasión de ITBIS e ISR y de privilegios bajo la forma de gasto tributario?

La preocupación de los reformadores y sus bien educados economistas es la sostenibilidad de las finanzas del Estado. ¿Les preocupará a ellos la sostenibilidad de las finanzas de las familias y la rentabilidad de los negocios?

¿La sostenibilidad, por ejemplo, del creciente endeudamiento récord de las familias dominicanas con las tarjetas de crédito? ¿O la sostenibilidad de la hipoteca del apartamento con tasas de interés variables y en alza no mortifica a los reformadores? ¿La sostenibilidad del gasto en alimentos, del gasto de bolsillo en medicinas y del gasto en electricidad y apagones, no urge atenderlo? 

Dígame usté si no es insostenible la vida cotidiana del pueblo dominicano. Lo es. No se aguanta.

La reforma de los impuestos, la reforma fiscal, la reforma tributaria, como quieran llamarla, que se pretende, no parece que se hará con el propósito de lograr la sostenibilidad de la vida cotidiana de los dominicanos y dominicanas.

Un despropósito, porque peor que los bajos ingresos, el bajo gasto y el endeudamiento del Estado dominicano, peor, mucho peor y más doloroso es el endeudamiento de las personas, familias y mipymes, los escasos ingresos, la baja rentabilidad de los negocios; mucho peores son los altos precios de la comida, de las medicinas, del dinero, de la electricidad, que les impiden gastar como deberían para hacer (vuelvo y digo) sostenible su bienestar y prosperidad.

Luce que la preocupación es otra y el absurdo cruel, más que evidente.

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