Tocó ahora a los trabajadores de zonas francas. 15% ahora, 5% en un año. No es sólo la ridiculez de posponer ese 5%. Es la tragedia de escatimar al trabajador hasta la última limosna.

Y en el gobierno, la comedia. La tragicomedia que primero celebra un “aumento” famélico y luego lo anula con una “reclasificación”; y después enmienda con un “nos equivocamos”. Nunca a favor del trabajador, desde luego.

Vivimos la dictadura de los salarios miserables. La doctrina de la miseria legitimada hasta la celebración.

No importa que la canasta básica ronde los cuarenta mil pesos.

¿Cómo llegar a 40 con 16? He ahí la “genialidad”de nuestros trabajadores: hacer que 16 parezcan 40. Ahora  con inflación feroz. Hacer que 16 se conviertan en 40 reventándose él, su mujer y sus hijos.

Convincentes tecnócratas de altos sueldos se encargan de explicarnos: subir más sería la catástrofe, dicen. Olvidan que la catástrofe está ocurriendo. La sufren trabajadores, trabajadoras y sus familias.

¿Cómo reponen las fuerzas? Luego del alquiler y los servicios, ¿cómo comen? ¿Con qué compran medicamentos? ¿Con qué, ropa? En fin, ¿cómo viven?

Tragedia de la clase media pobre y muy pobre. De los desempleados y subempleados.

El gobierno, para más, ni mencionará los impuestos a los ricos. Aunque ya hasta el FMI lo sugiera. ¿Quién lo hubiera dicho?

Seguirá la parranda de déficit y endeudamiento.

Y seguirá la dictadura. La de los salarios miserables y las ganancias majestuosas. Y obscenas. Y la democracia de lo ancho para pocos y lo estrecho para muchos.