¿Por qué suelen ser tan importantes las elecciones de un gremio de profesionales como la ADP?

La respuesta a esa inquietud la aporta un hecho irrefutable: hablamos de la educación pública, es decir, de más del 95% de nuestro sistema educativo y de una asociación cuya agenda es nacional. Su matrícula supera los cien mil docentes en todo el país en relación permanente con millares de técnicos, padres y madres, etcétera.

Si bien los resultados electorales en ADP no son extrapolables a la situación nacional, no menos cierto es que los partidos los toman como termómetro.

Así se explica que en 2018 el hoy presidente Abinader acudiera a celebrar con su candidata triunfadora y a anunciar desde allí el “cambio” en la educación dominicana.

Hoy, un año de “cambio” ha sido suficiente. Su partido y aliados fueron barridos en la ADP. ¿La razón? Un año de gobierno devastador para el país, en general, y para el magisterio, en particular.

Ese mismo magisterio fue testigo de lo ocurrido ocho años antes: aumentos históricos de sueldos a todos los niveles; programas de superación; provisión de computadores y mayor acceso a las TIC para docentes y alumnos; mejores escuelas; implantación de la jornada extendida; inicio de la educación inicial a gran escala (estancias infantiles); Programa de Alimentación Escolar científicamente diseñado y masivo y un largo etcétera.

Por el contrario, este año de “cambio” ha traído un deterioro lamentable a la educación: millares de cancelaciones, desmantelamiento de programas, daño institucional, politiquería, visión obsoleta del fenómeno educativo y desmejora de las condiciones materiales de existencia del pueblo.

Ahí, fundamentalmente, hay que buscar las razones del descalabro del PRM en la ADP.