El PLD se apresta a consumar un periplo retador. Han sido dos años completos de renovación de estructuras directivas y de base, aprobación de documentos fundamentales, juramentación de nuevos militantes y, finalmente, elección de quien será su candidata/candidato para el 2024.

El próximo domingo 16 de octubre, el PLD cumplirá ese itinerario agotador. Titánico el esfuerzo. Costoso en tiempo, trabajo y recursos de toda índole. El resultado será, sin dudas, otro jalón.

Hace ya casi cincuenta años—si partimos de su fundación en 1973—que el partido fundado por Juan Bosch supera los pronósticos de los partidos en República Dominicana.

Durante ese lapso de tiempo decenas de partidos y movimientos de toda naturaleza—a derecha e izquierda—han  surgido, se han dividido, han desaparecido, se han eclipsado o sobreviven disminuidos aferrados como lapas al presupuesto electoral del país.

Sólo el PLD se mantiene casi incólume en 49 años, después de 20 años de gobierno exitosos, siendo la representación política de millones de electores.

Como explicó Juan Bosch en su momento, son sus métodos de trabajo los que han permitido al PLD sobrevivir a la enfermedad de la división—casi tan infantil como trágica—que caracteriza a la pequeña burguesía dominicana desde el nacimiento de La Trinitaria en 1838.

Si en esos 49 años el PLD sobrevive a sus tempestades (divisionismo, transfuguismo) es porque sigue apegado a ese legado boschista de respeto a sus métodos y porque la herencia de su gestión gubernamental es simplemente contundente en materia de realizaciones.

Si la República Dominicana de hoy es infinitamente superior a la de 1996 se debe, principalmente, a lo que ha ocurrido en las administraciones gubernamentales moradas.

En ese contexto de perseverancia, éxitos, fidelidad a su historia deben ver los peledeístas su Consulta del domingo 16, que deberá ser otro aporte más del PLD a la democracia, la participación y la transparencia en la República Dominicana.