La impertinencia se escucha desde que amanece: “Si el PLD quiere volver a ganar unas elecciones debe parecerse a la sociedad y dejar de ser desobediente”.

¿Parecerse a la de hoy, pregunto, a esta en la que la casi totalidad de los ciudadanos viven sobre endeudados con la tarjeta de crédito, en la que muchos no alcanzan a pagar la hipoteca del apartamento, en la que se sienten inseguros, desprotegidos, infoxicados de banalidades, frivolidades y basura noticiosa, en la que malviven con bajos salarios, comida cara, servicios precarios y agobiados porque sus empresas luchan para no quebrar?

Jamás.

El PLD no nació ni fue construido por miles de hombres y mujeres para parecerse, sino para ser útil a la sociedad, en su afán, necesario y urgente, de liberarse de las miserias, trabas, de las desigualdades absurdas, construyendo una nueva sociedad en la que dé gusto vivir, en la que el bienestar sea posible y las empresas, rentables y prósperas.

Por y para eso, los y las peledeístas nos sentimos bien de ser diferentes, tercos y estamos contentos con nuestra identidad, de la obra de gobierno que hicimos y de lo que haremos cuando regresemos a gobernar.

Somos conscientes de que luchamos contra el poderoso fenómeno mundial de la privatización de la política, que presiona al PLD para que renuncie a su vocación y acción liberadora, para que se despoje de su identidad (historia, valores y principios fundacionales), para que abjure de su formidable obra de gobierno y se convierta en otra marca blanca como ya lo es el PRM.

Nada mejor, recomiendan, para guardar las apariencias, que la cosmética para hacer de nuestro accionar … un puro teatro.

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