Hoy no es ayer… pero como si lo fuera. La barbarie policial acecha de manera infatigable a quienes habitan estas tierras.

En octubre 2021, un agente de la Policía asesinó de disparos a una arquitecta en la zona de Boca Chica, en un confuso incidente cuando salía de la fiesta de un familiar.

En aquella ocasión, el Presidente, al asistir a la funeraria, describió el asesinato de la joven como un acto de salvajismo y garantizó justicia, amén de que también ha dicho que la misma es independiente y no le traza pautas.

Volvió a referirse a la cacareada reforma policial y repitió las palabras gastadas: «el peso de la ley», «justicia», «caiga quien caiga» y otras que ya conocemos. Meses antes, había dicho lo mismo, cuando una pareja de evangélicos fue salvajemente acribillada por agentes de la Policía.

Tan bárbaro fue aquello como lo recién ocurrido en Ocoa, donde agentes del organismo del ‘orden’ sacaron a galletas y trompadas de un hospital a un joven y lo terminaron de moler a golpes en el cuartel. Lo mataron.

Hoy, como ayer, la Policía hiere, mutila y mata impunemente. Y nada pasa. Acapara cierta notoriedad en la prensa del día y se olvida hasta la próxima ejecución, que puede ser la mía o la suya, que está leyendo estos párrafos.

La Reforma Policial se ha quedado en papeles y promesas. Otra que se suma a la larga lista de tareas incumplidas por el Gobierno, mientras el pánico se cierne sobre la población ante tanta atrocidad.