Historias chiquitas
Están en todas partes y a todas horas. Contadas desde millones de teléfonos celulares y distribuidas por las redes sociales.
A diferencia de las historias que las precedieron (orales, esculpidas, narradas por la canción, la pintura, la literatura, la fotografía y el cine), las historias chiquitas de hoy, por la naturaleza de la Internet, las prisas de la cotidianidad y la fortuna, son desechables. Para contarse una vez.
Como latidos de corazón, son incansablemente vitales para la convivencia.
Ellas catalizaron -por mencionar algunos hechos muy conocidos- la Primavera Árabe, Black Lives Matter, los Chalecos Amarillos o la lucha de campesinos dominicanos asociados para recuperar equipos de labranza confiscados por el gobierno.
Son atrevidas, ágiles y curiosas. Ya lo sabes.
Impiden desahucios, denuncian la violencia contra mujeres, niños y adultos mayores.
Sus protagonistas recuerdan a esa gente chiquita que se junta, se mueve y tiene propósito en las “Multitudes” de Juan Genovés.
Estas historias chiquitas ayudan a crear conciencia sobre desastres naturales y los efectos del Cambio Climático.
Contribuyen hoy a la desestigmatización del barrio en Somos de Barrio; promueven la visibilización de la clase media emprendedora en Historias por Cuenta Propia.
Pero también, nos comparten las encrucijadas del alma, encuentros y desencuentros del amor y del desamor, como por ejemplo, en HumansofNY por Instagram.
Y no menos importante, hace muy poco, para registrar inconductas, combatir delitos, denunciar atropellos policiales y documentar atentados a la democracia como vimos recientemente en Washington.
Son instrumentos de legítima defensa.
Sin duda, con las historias chiquitas, los ciudadanos construyen nuevos espacios de libertad y de participación.
¿Has pensado cuál será tu próxima historia chiquita?
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