Parte el alma ver la situación a que el gobierno ha llevado a los pequeños y medianos productores de pollo y huevo del Cibao.

Pero la lógica con que actúa el presidente Abinader puede entenderse a la luz de dos factores: primero, su naturaleza de gran oligarca capitalista, y, segundo, su condición de candidato a la reelección.

A la luz de su naturaleza capitalista oligárquica, el presidente Abinader es un gran empresario de la construcción, el turismo y la banca quien, solamente en paraísos fiscales, tiene una fortuna de más de 75 millones de dólares, de acuerdo con los Papeles de Pandora.

Como gran oligarca capitalista, el presidente Abinader piensa en términos de gran escala y lo que ocurra a los chiquitos poco le importa.
De hecho, las más importantes decisiones tomadas durante su mandato han estado dirigidas a favorecer monopolios y oligopolios—caso de las importaciones en el sector agropecuario—y a la concentración de ganancias abundantes y rápidas entre sus socios comerciales y políticos.

El cierre de la Frontera es un ejemplo. Quiebra a productores y negociantes chiquitos y concentra el mercado en seis o siete grandes productores y comercializadores.

Nada nuevo. Lo vimos con Hipólito Mejía—2000-2004—cuando fueron expulsados del mercado miles de comerciantes y empresarios pequeños y medianos mediante el recurso de depreciar el peso dominicano encareciendo el dólar. Llegaron a hacerse transacciones hasta a 65 pesos por dólar.
Hoy no se podría repetir aquella barbaridad, pero existen otros mecanismos. Muy “legales” por cierto: Importaciones, prácticas desleales, fideicomisos y APP para privatizar y privilegiar a los grandes, por ejemplo.
Es en esa lógica oligárquica y reeleccionista que se inscribe el cierre de la frontera con Haití.

Pérdida de empleos. Quiebra de cientos de pequeños emprendedores. Nada importa. El presidente, como gran oligarca y jefe político de su clase, controla política y mercados, y patriotero –como Báez y Santana—tiene negocios y tema de campaña: Haití.