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El presidente Abinader luce de lo más cambiante en el manejo la cosa pública: tanto maneja en coche para ricos, como de chofer de voladora para pobres.

En coche van quienes recibieron miles de millones de pesos con compras publicitarias para clases a distancia; grandes agroempresarios con millones en préstamos a tasa cero en Bagrícola, importadores empobreciendo agricultores, suplidores con las compras de emergencia, aquellos que celebran recibir pronto Punta Catalina y las Edes a precio de vaca muerta, funcionarios deshaciendo muertos de la risa.

Gente dichosa que supo hacer ruidosa oposición y ahora disfruta callada administración, feliz de la vida.

En voladora tomaron prestados 10,500 millones de dólares en 7 meses, 1,500 millones por mes, 50 millones diarios, 2 millones por hora, una soberbia temeridad en la ruta del endeudamiento.

En cada parada de la voladora, el presidente Abinader ha ido apeando promesas sin cumplir: los diez mil pesos de la tarjeta doble, los 500 dólares a policías, las 30 mil viviendas en tres meses, el pago a médicos de la Red COVID y de las prestaciones a casi 70 mil cancelados, el apoyo a derechos y conquistas de mujeres, jóvenes y familias empobrecidas por la crisis sanitaria.

Como dice el pueblo: va soltando en banda a quienes más necesitan.

Parece gracioso, y no lo es, porque los millones de pasajeros que suelta la voladora en contenes y cunetas, son tan dominicanos como el chofer que encabeza el gobierno del Cambio.