Fiscalidad posible
Pocas veces la vida es un pedir de boca. Trátese de negocios, de la vida en pareja o del trabajo.
La mayor parte del tiempo los días discurren en hacer y deshacer, de crear, perder y restaurar la gris rutina con breves alegrías.
Como bien apunta don Pepín Corripio: la vida consiste en trabajar duro (hasta que le guste) para evitar la quiebra y yo agrego: y alargar las alegrías.
La realidad es sabia. Sugiere lo que es posible.
Con empresas y empleados en convalecencia todavía por los daños causados por la crisis sanitaria, sería una imprudencia gubernamental mayúscula pretender recaudar más dinero, en lugar de contribuir a la recuperación de la salud de negocios y familias.
Nadie está en condiciones, por ahora, de dar un peso más. Hacer obras puede esperar. La impaciencia gubernamental parecería ajena a la realidad.
Cuando se pueda, tendremos la fiscalidad prudente y progresiva en el tiempo. La fiscalidad posible. Flexible en las turbulencias.
Empresas y familias necesitan hoy certidumbres, aliento, sosiego y cariño para producir, consumir y ganar dinero para recuperarse.
¿Aumentar la carga tributaria a mipymes, clase media asalariada, empleados y a desempleados pobres?
Además de la ansiedad y hartazgo que ha provocado vivir en estado de emergencia durante 19 meses, cuando muchos servicios han dejado de funcionar adecuadamente, con alimentos caros, empleo escaso, ventas deprimidas, contenedores que no acaban de llegar, importaciones imprudentes y apagones frecuentes, es una temeridad creer que con un buen plan de mercadeo, las empresas y familias se van a creer el cuento que «agregar sufrimiento hoy es la mejor manera de ser feliz mañana».
Cuento, por demás, en el que no creen sus promotores.
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