Nueva vez, la Ley Electoral pasa por el eterno escrutinio de juristas, congresistas y alguno que otro experto en todo, que pone sobre las letras y frente a las cámaras su punto de vista.

Tal o cual artículo. El inciso aquel que cuela interpretaciones mixtas por los visillos de la ley. Para hacerla más robusta, para corregir errores. Para fortalecer la institucionalidad. ¡Es necesario modificar la normativa!

Brotan en artículos palabras tan gastadas que apenas manchan el papel. Clásicos discursos regurgitados. Oraciones que han penetrado en el disgusto popular. Frases tan antiguas como un refrán.

¿Qué se puede esperar de las observaciones a la Ley? Nada. A fin de cuentas, ni con las cojeras con que andaba, se respetó lo esencial, lo obvio.

Para beneficiar al aspirante que clara-mente resultó derrotado en unas elecciones internas de su partido en octubre de 2019, fue desconocido el artículo de la Ley que clara-mente especificaba que no podía aspirar por ningún otro partido, que no podía ser ya candidato.

El desconocimiento de la Ley para agradar al aspirante fue admitido y asumido en el Tribunal Superior Electoral, cuyo presidente fue posteriormente electo como Presidente de la Junta Central Electoral por el partido que hoy ostenta los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Hoy la Junta Central discute la Ley para modificaciones. ¿Qué se puede esperar? Es que la gente olvida. Y el olvido recompensa a los perversos.