Es para llorar
254 muertos, 708 heridos en 199 tiroteos masivos. No son las cifras de un enfrentamiento en Ucrania. No. Son las cifras de la tragedia en Estados Unidos.
El último de esos crímenes masivos acaba de ocurrir en Allen, Texas. Sólo una semana antes había ocurrido el penúltimo. En ambos casos, civiles armados nada menos que con fusiles AR-15 comprados como se compra plátanos o carne en un supermercado.
Niños, hombres, mujeres, ancianos, ciudadanos, en fin, acribillados por otros ciudadanos que sienten enloquecidos que pueden ejercer sobre sus hermanos el mismo poder devastador que sus gobiernos ejercen impunemente sobre pueblos enteros (VietNam, Afghanistán, Libia, Irak, Siria…).
Más de un muerto y más de cincuenta heridos cada día en tiroteos masivos. Más de 14,500 personas muertas en lo que va de año a causa de violencia con armas de fuego sin que haya poder capaz de poner fin al negocio de la muerte.
Debían poner sus ojos en aquel escándalo de sangre quienes de manera morbosa y contumaz apuntan su dedo hacia Haití, el más pobre de nuestra región, donde una clase dominante que ya expande sus capitales hacia nuestro país arma bandas violentas para protegerse y aterrorizar a la población.
En el país más rico del mundo y líder de la “democracia occidental”, el Estado—capturado hace más de cincuenta años por el “complejo militar financiero e industrial” al que Bosch bautizó como El Pentagonismo—ese Estado es incapaz de poner freno a la orgía de sangre y al negocio de las armas que controla la economía en lo grande y en lo pequeño.
Es como para llorar. Por el pueblo de Estados Unidos y por el pueblo errante de tantos países del mundo desplazado hasta allí por la miseria y la misma violencia.
Espacio pagado
Quienes habitamos la Comunidad Ojalá sabemos que somos diferentes y nos alegra serlo.
Nuestros contenidos son útiles para comprender y mejorar la vida cotidiana. Están libres de publicidad. Los anima la curiosidad, el rigor y los financia la gente.
Únete. Participa. Haz un donativo.