Entre góndolas

25-04-2023
Quiero que sepas
Ojalá, República Dominicana
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No me gusta ir de tiendas, y creo imaginar que sabrá usted porqué. Sin embargo, disfruto ir al supermercado. Regularmente lo hago. No me pesa; al contrario, descubrí que allí aprendo mucho de la gente. Cuando viajo a otra ciudad o país, voy por las mismas curiosas razones.

Ayer, en un supermercado de la capital que frecuento, participé de una entretenida conversación con dos mujeres jóvenes de clase media, intuyo que con pareja e hijos por los artículos en el carrito.

De tanto verse, las personas se acercan, aún sin interesarse por saber quienes son, que hacen o como se llaman.

Se habló de los huevos, del aceite, de las carnes y de la maravilla de las marcas blancas.

Me causó sorpresa lo bien que estas dos mujeres entendían lo que pasa con los altos precios, los porqués y el malestar que causan. Una de ellas, especialmente, que habló sobre la diferencia entre altos precios e inflación. 

Tema complejo podría creerse.¡Qué va!

Déjenme explicarles, pidió y dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente: “Una cosa es la cantidad de gente que va en tu carro y otra la velocidad del carro. La inflación es la velocidad”. 

Genial, me dije.

“Tú puedes ir a 30 o a 100 kilómetros por hora. Si la velocidad (la inflación) baja es bueno, menos riesgo de matarse, pero eso no quiere decir que hay menos gente metida en tu carro (altos precios). Los precios están igualitos de caros y cuidao”. 

La explicación no es la mejor, pero es buena. Comprensión a su manera.