Descontento
En la víspera del discurso de redición de cuentas del Presidente, el horno no está para galletitas.
La gente hierve en descontento por el insufrible aumento constante de la canasta familiar, además de medicinas y combustibles. Y las obras detenidas, no realizadas o prometidas y no cumplidas por el Gobierno durante el último año y medio.
Con el refajo a la vista por los proyectos que buscan privatizar las instituciones y servicios públicos, disfrazados sin gracia carnavalesca de fideicomiso, el Gobierno ha hecho evidente su plan de Gobierno, muy distinto al anunciado en campaña.
En ese plan gubernamental no aparecen los de abajo como beneficiarios. Para ellos, el fragmento bíblico que dice: «el que tenga poco, aun lo poco le será quitado».
En los últimos días, el Gobierno ha buscado sin suerte un golpe de efecto que revierta el descontento, ya sea a través de la eliminación del uso de mascarilla o el infalible tema haitiano.
El de la frontera no es el único muro que levanta el Gobierno. También construye el de la desigualdad. La precariedad se apodera de la gente y eleva un sentimiento colectivo peligroso, que pudiera ser catastrófico.
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