“El palo dao ni María Santísima lo quita”, dice el pueblo, y es práctica que parece gustar al actual gobierno.

Pedernales es un caso. Sólo llegar e inmediatamente cambió el modelo de desarrollo turístico que se había propuesto para sustituirlo por el conocido modelo de enclave, turismo de todo incluido que va en retirada en casi todo el mundo por su explotación intensiva de los recursos, incompatibilidad con el medioambiente y excluyente de las comunidades.

Una mirada inteligente y crítica a la región este es suficiente para comprobarlo.

Pero lo de Pedernales tiene ribetes quizás más graves.

A la comunidad le venden villas y castillas mientras, con la indiferencia del gobierno, algunos avivatos se adueñan de vastos terrenos de los denominados de “vocación turística” a precio de vaca muerta.

Un solo “inversionista” ya es dueño de diez millones de metros cuadrados que dice haber comprado a decenas de pequeños propietarios a 50 centavos de dólar, es decir, a menos de treinta pesos el metro.

Así, cientos de pedernalenses ya son víctimas de un modelo que privilegia el monopolio y el despojo.

Peor aún, el gobierno instrumentaliza a la población para lanzarla en contra de instituciones como el Grupo Jaragua, que tiene cuarenta años precisamente luchando contra los vivos que siempre han querido apropiarse de aquellos terrenos y por un modelo de desarrollo inclusivo, respetuoso de los recursos  naturales y adecuado para toda esa región.

Indignante y peligrosa es la campaña de calumnias y amenazas que se vierten contra esa ONG ante la mirada indiferente del gobierno.

En Pedernales debe detenerse el despojo de la tierra. Debe cesar la agresión contra el Grupo Jaragua y demás ambientalistas y la política del palo dao para imponer un modelo decadente, excluyente y agresivo contra comunidades y medioambiente.