El nuevo traje del rey
“¡Usted va desnudo!”, gritó el niño. Pero el rey siguió en el desfile presumiendo de su hermoso traje.
Cuando Andersen lo remozó, ya el cuentotenía siglos. Son las mismas viejas lacras de la humanidad. La soberbia. La presunción…
Así va el gobierno. Presumiendo. Pero sólo fue llegar y a pocos meses salpicaba pus.
Una periodista acuciosa ha dejado claro el último episodio. ¿Cuánto cuesta un alcalde? ¿Cuánto cuesta un regidor?
Esa periodista acuciosa lo ha dejado en claro. Los aumentos del presupuesto municipal dan el precio. Dan la medida.
Pero no toda. La otra parte son los familiares nombrados a cuenta del Estado. Las botellas repartidas.
¿Y la cuenta particular del corruptible corrompido, para cuándo? Es lo que no se ve.
El cambio corrompe todo lo corrompible. Se ceba en lo putrefacto, claro. Que es mucho. Y sale a cantar transparencia. En cueros. Como en el cuento.
Que el Ministerio Público manda a investigar. ¡Uf, salió el 13 en primera!
Pero el rey sigue en su desfile. Ya no es el niño solamente. Ahora es toda la gente, que ha perdido el miedo, y le advierte: ¡Señor, usted va encuero!
Claro, la gente sufre también aquella desnudez. El desamparo. La inflación que trae la corrupción de regalar permisos de importación para importar inflación y quebrar la producción nacional.
Ya no es el covid. Ya no es Ucrania. Es el desmadre. Es un rey que va en cueros en su desfile.
“¡Señor, usted va desnudo!”. No oye al niño. No oye a la gente. Sigue con su traje invisible diseñado por aquellos sastres estafadores aprovechados de su soberbia… de su presunción.
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