Cientos de miles de ciudadanos están saliendo a las calles cada mañana con el truño entre ceja y ceja, por la imposibilidad de no poder dormir la noche anterior. Calor, mosquitos y apagones conforman el tridente del descontento.

Una población enfadada sale cada mañana a lidiar con los problemas cotidianos. Con un transporte más caro y más deficiente. A chuparse una hora de más en tapones, por la ocurrencia de Obras Públicas de “reparar” calles y avenidas en horario no conveniente; sale la gente a quemar combustible caro, a maldecir en cada esquina.

La desazón secuestra la alegría. No hay buenos días. ¿Qué tendrán de buenos en esta caótica ciudad de paupérrimos servicios públicos? El Estado de Bienestar se fue, como se fue la luz.

En Pasaporte se han agotado las libretas, como se ha agotado la paciencia de los ciudadanos, que ya no creen ni aceptan excusas, que tienen bien claro que la incompetencia gubernamental es la razón de los males que los agobian.

¿Por qué debo aguantar este estado de malestar? ¿A razón de qué? ¿Por qué debo someterme a aceptar la incompetencia como buena gestión? ¿Por qué debo seguir en este tren descarrilado? La gente ya no compra los peros. Ahora abraza los porqués.