Diferente, pero muy desigual
La crisis sanitaria dejó al descubierto capacidades latentes y limitaciones no admitidas. En la superación del confinamiento, la irrupción de ganas contenidas.
Descubrimos que núcleos importantes de la sociedad podían trabajar, reunirse, comprar, gestionar el negocio, consultar al médico, aprender, informar(se) y entretener(se) a distancia con mayor rapidez, economía y satisfacción de lo que se pensaba.
Descubrimiento del que se deriva el surgimiento -embrionario aún- de nuevas relaciones que van más allá del Internet de las cosas y que optimizan el uso del tiempo, el espacio, la fuerza de trabajo y la comunicación.
Por ejemplo: Teletrabajo – Semana laboral de 32 horas – Destrucción de empleos.
Fenómeno que no es contradictorio con las ganas de la alegría compartida.
El macrobotellón en varias ciudades españolas en la madrugada del domingo pasado, al finalizar el estado de alarma, confirma lo que antropólogos, sociólogos e historiadores adelantaron: que tan pronto pasara la sensación de peligro sanitario y el obligado confinamiento, la gente buscaría la libertad de la fiesta y el reencuentro con amigos.
Ambos, amigos y fiesta, pertenencia y salud mental, cobijo descampado y vida, celebran la derrota del encierro y de la muerte.
Curiosos quisieran prefigurar con certeza cómo será mañana, si mejor o peor a lo que somos hoy.
Aquí les va por ahora esta: será diferente, pero muy desigual.
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