Días difíciles nos esperan
Derrotado de nuevo, el presidente Abinader pone la reversa. El fideicomiso de Punta Catalina es despojo con premeditación y alevosía. El pueblo lo vio claro. La movilización fue contundente.
Casi cada cláusula allí está concebida para que, más temprano que tarde, la termoeléctrica termine en manos de “virtuosos emprendedores” privados.
Pero sería ingenuo suponer que el gobierno y el presidente Abinader no saben lo que están haciendo… Que fueron sorprendidos en su buena fe.
Sería inocente creer que fue por error que elaboraron un contrato con todas las taras señaladas por los especialistas.
Seríamos cándidos si creyéramos que el sesgo abiertamente privatizador que domina el contrato es casual… Que no obedece a una visión que domina al actual grupo gobernante.
La subvaluación, la entrega incondicional, los poderes del Comité Técnico, el recurso a una figura aún difusa en materia legal, la renuncia a todo derecho, la figura del fideicomitente adherente, el contrato a treinta años, el legado al Estado de todos los pasivos al final, la prisa, la falta de estudio, la turbiedad, el no establecer claro cómo es que el Estado y el pueblo van a recuperar su inversión y van a participar en las ganancias, etcétera, etcétera…
¿Todo eso y lo demás es ingenuidad de los súper millonarios que detentan el gobierno, empezando por el presidente que declaró una fortuna de miles de millones de pesos más decenas de millones de dólares en paraísos fiscales?
¿Debemos suponer buena fe, buenas intenciones, ignorancia en los creadores del adefesio contra Punta Catalina?
Ni siquiera en el discurso de anoche hay buena fe. Habla del pueblo, pero miente al pueblo. Es pura simulación. Recula, pero amenaza. Más auditorías. ¿Cuántas van? ¿Cuánto nos cuestan?
Con tal cerrazón, días difíciles nos esperan.
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