“Alemania por encima de todo”, así iniciaba el canto de los alemanes, el himno alemán. La patria y sus intereses, primero.

Con su derrota en la Segunda Guerra Mundial en 1945, su mención fue dejada a un lado.

Una nueva realidad emergía.

Los EE.UU. se convirtieron en el tutor y preceptor de la parte occidental con el Plan Marshall, clave en la reconstrucción, con facilidades comerciales y protección en defensa, con bases militares y tropas, que facilitaron una rápida recuperación, un crecimiento impresionante y un bajísimo gasto en defensa. La Unión Soviética haría lo mismo en la parte oriental. Con la reunificación, la tutela estadounidense se completó.

Desde 1949, el camino cambió de apariencias, sin dejar de ser, por lo que, salvo contados episodios, las relaciones y comercio de la República Federal Alemana no se alejaron de las de Estados Unidos.

Sin embargo, en los últimos 25 años, el creciente acoplamiento de los gobiernos Schröder y Merkel, de bancos y empresas alemanas con sus pares de Rusia y el provechoso comercio con China, despertaron desconfianza y activaron las alarmas en los EE.UU.

La globalización libre de las rutas de comercio ya no estaban dando los resultados acostumbrados y antes de que se hiciera muy tarde, los EE.UU. decidieron desacoplar, es decir, sancionar a Rusia (interrumpiendo flujos de intercambio comercial estratégico) y tan pronto puedan lo harán con China.

Empresas y ciudadanos alemanes son conscientes de que la escalada confrontacional no favorece a sus intereses, pero no quieren indisponerse con los EE.UU..

Tremenda encrucijada.