Cuentas falsas, cuentos verdaderos
El horno no está para galletitas. La desesperanza abraza al pueblo dominicano. El alza sigue al alza. La situación económica, cada vez más difícil en casa del pobre.
El descontento es comidilla en las esquinas. Las frases de desaliento deambulan por los barrios y campos. La clase media teme zambullirse en la pobreza, hacia donde la dirigen.
La mala gestión del Gobierno tiene culpa, mucha culpa. Viaja de boca en boca esa afirmación. Se esparce y copa los espacios de discusión. El aire se llena de mal augurio, porque todo empeora y nada mejora.
Las lluvias de estos días no se llevan el mal humor que generan los bolsillos vacíos. El dinero no da y el hambre sigue galopando en los estómagos.
El Gobierno no encuentra cómo convencer de que está mejor al que siente y sabe que está mal. Los verbos decir y hacer, se divorciaron en el juzgado de paz más cercano.
Como no cuenta el Gobierno con ese pueblo disgustado y arrepentido, se crea uno propio. Un pueblo digital que lo aúpa y le aplaude. Una legión de gente sin alma ni residencia. Robots automatizados para celebrar hasta los desaciertos.
Mientras el pueblo sufre su desventura, el Gobierno sigue llenando las redes de cuentas falsas y cuentos verdaderos.
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