¿Cuál es la sorpresa?
Como guapitos y desesperanzados se dicen los patrocinadores del cambio.
Ñoños, molestos y alguno que otro, en el guiso pleno. Porque en la viña de estos señorones, sí que hay de todo.
La melancolía se repite una y otra vez en los micrófonos y hasta en púlpitos. Que esto no era, que han quedado mal, que por ahí no. Parece que recién descubren, y es un poco tarde, lo que desde el principio se advirtió.
Ciegos y sordos de odio, no escucharon sobre la tormenta venidera. Se hablaba de un tema de visiones y propuestas. De una que seguiría fortaleciendo la inversión pública en salud, y de otra que prefiere entregar dinero a los centros privados, donde no te ingresan o entregan un cadáver hasta saldar la millonaria deuda. Se supo con antelación, siempre estuvo claro.
La peor decisión en la peor de las crisis.
¿Ya confirmaron que “Se van” no era una propuesta racional, y que no se ha vuelto una sola política pública de valor?
Si los vieron agredir y mentir en oposición.
Si conocen cómo históricamente dirigen el Estado.
Si sabían que el COVID-19 traía consigo crisis de salud, social y económica y que era necesario contar con experiencia y planes lógicos y concretos.
Si sabían de sus conexiones oscuras.
Si cada domingo los templos se convertían en comités de campañas.
Si los micrófonos y plumas se prestaron a la causa que hoy nos somete al retroceso.
Si hoy les quedan mal a todos.
¿Cuál es la sorpresa?
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