Confesados

25-04-2022
Quiero que sepas
Ojalá, República Dominicana
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El dato es demoledor, pero no era desconocido. Ya lo había advertido la FAO: más de un millón de dominicanos pasan hambre. “Como efecto de la pandemia”, se dice. En realidad, por efecto del cierre de los programas de protección social.

Al momento actual, es seguro que el país regresó a los niveles de pobreza de una década atrás. La crisis se agrava.

La sociedad lo percibe en el aumento de la violencia social: seis feminicidios en una semana, ratería desbordada, crímenes por exceso de autoridad, percepción de inseguridad, protestas sociales… y la peor violencia: la que exige a dominicanos y dominicanas más dinero para comprar lo mismo, con los mismos ingresos—o sin ellos.

Lo dicen los economistas: la inflación es el peor impuesto. Pero el gobierno lo olvida. Prefiere salir a repartir tarjetas.

Y eso no es un plan. Es campaña reeleccionista. A destiempo y con recursos estatales. Aunque lo edulcoren los bots.

Es probablemente la primera vez que un jefe de Estado sale a entregar tarjetas de Solidaridad—hoy Supérate—como si, además, se tratara de algo nuevo. Nuevo el nombre solamente.

Desde que se inició ese programa, esas tarjetas fueron distribuidas atendiendo al Mapa de Distribución de la Pobreza elaborado hace casi dos décadas con la intervención de organismos internacionales.

Y con supervisión de esos mismos organismos fueron distribuidas.

Sin distingos de ninguna naturaleza y, eso sí, con la crítica severa de quienes hoy ven muy bien lo que antes decían que estaba mal.

¿Qué pasa con los números del Presidente que lo mandan a politiquear para los barrios?

Que lo diga Vengoechea.

Si ése es el plan para enfrentar la crisis, que nos agarre confesados.