Clavo ardiente en el precipicio
Las estrepitosas derrotas en importantes gremios del país, expresión de un sentimiento de rechazo a la improvisación y la indiferencia ante los padecimientos de las clases media y baja, han provocado que el Gobierno, en su caída por un precipicio, se agarre de un clavo ardiente.
Seguro se quemará la mano, pero frena la caída. Por lo menos eso piensan las autoridades cuando adoptan medidas puramente politiqueras, inhumanas y violadoras de derechos fundamentales de las personas.
Cambiar la insatisfacción por odio es pisar arena movediza. ¿Tiene el Gobierno manera de controlar o calmar el odio? No lo creo. Como no la tiene para controlar una revuelta popular por creciente inflación, desempleo y atropellos.
En la ciudad, los altos precios devoran los bolsillos. En el campo, los permisos de importación se tragan a los productores. En los barrios, el desempleo y el abandono de políticas sociales acorralan a la gente.
La solución del Gobierno a esa insatisfacción progresiva no es aplicar un plan y mejorar políticas sino incitar al odio contra otro pueblo con nefastas medidas que aplauden xenófobos desalmados.
El Gobierno, o emula a Nerón o no se da cuenta de que propicia una crisis por partida triple: con Haití, en la población y en organismos internacionales.
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