Cambalache
A las insuficiencias e inconformidades cada pueblo encuentra solución. El dominicano, como otros pueblos, a distinto ritmo y melodía. Y no es solo cuestión de bachata, porque otros tienen tango, fado, morna y blues.
Ya lo sé, dirá usted.
No es lo mismo Cambalache, el formidable tango de Discépolo cantado por Gardel, que trueque, cambalache, entre nosotros.
Y a eso voy. Sin música y con preocupación.
Las mipymes dominicanas, no importa a quienes vendan, están teniendo dificultades para cobrar.
Ya lo sé, son estos tiempos difíciles y complejos. El punto es que lo es para unos más que a otros y hay que prestar atención.
Desde mucho antes de la pandemia, no pagar lo despachado en el tiempo convenido, era problema serio y muestra de poder.
El factoring, compraventa de factura con descuento para lograr liquidez inmediata, no siempre es posible por la reputación del deudor o el escaso margen de ganancia del vendedor.
La crisis sanitaria, del empleo y en las ventas ha aumentado el poder de las empresas y de las instituciones del Estado que compran bienes y servicios y ha debilitado al empresario mipyme que padece también la masiva incursión de marcas blancas tan habituales cuando caen los ingresos reales de la población.
Aprovechar la debilidad del proveedor puede resultar de provecho, pero instala el rencor del cambalache.
El riesgo: la quiebra, el malestar. Ya lo sé que la democracia es ajena a los negocios, pero ahí está la prudencia para evitar los excesos que se están cometiendo.
Cuando las mipymes prosperan, el bienestar se siente.
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