¿Adónde se fue el criterio?
Desde mediados de agosto, cuando asumió el nuevo Gobierno, escuchamos que tal o cual institución tenía empleados sombra (que cobraban sin trabajar), una acusación que ha sido desmentida por muchos trabajadores del sector público, víctimas de una estrategia que busca justificar su injustificada cancelación de la institución a la que, en muchos casos, han dedicado años de su vida.
Peor: son sustituidos por personas sin el conocimiento ni la preparación para asumir la posición.
Vemos con preocupación que el Gobierno busca echar tierra a los principales programas estatales desarrollados durante los últimos ocho años, ya sea invisibilizándolos, desapareciéndolos o cambiándoles el nombre y la orientación de la entidad.
En el último de los casos, el cambio ha dado al traste con una improvisación que encamina a las instituciones al desastre, por lo obvio: cambiar lo que bien funciona no es la mejor maniobra.
Los casos sobran: El IAD quitando maquinarias a productores agropecuarios; el Ministerio de Salud, que ha pasado de ser una institución abierta a la población a una que se maneja con hermetismo; el Ministerio de Educación saltándose la institucionalidad al contratar a organismos internacionales por encima de Compras y Contrataciones, etc.
Pareciera que la cotidianidad del Gobierno conduce a la refundación de un nuevo Estado, obviando los cimientos que han significado el desarrollo de nuestra nación en materia de salud, educación, agropecuaria, económica y de bienestar social.
¿Adónde nos encamina este Gobierno? Luce que su visión administrativa se parece a la de quien corta todos los árboles de un bosque, para sembrar el terreno de árboles nuevamente. Más grave aún: sembrar bajo un nuevo método sin estudios ni contemplaciones; sin agua o sin de sol, por ejemplo, y anunciarlo como una maravilla: ¡El cambio!
¿Dónde quedó el criterio del que se hablaba en campaña?
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