A la vista de todos
Se oponen los días a los días. Las mañanas son las de ayer. Las tardes se pueblan de chubascos aislados, de nublados nublados. Se respiran torcidas ideas que se siembran y germinan en las mentes de dúctil carácter.
Mucha muchedumbre, poca reciedumbre. Las intrigas alzan bandera. El desamor se hace colectivo, el veneno avanza, la cicatriz se cuartea y la pus sustituye la sangre. ¿Qué es lo que corre venas adentro?
Conciertos de desconcierto retumban a coro en la ciudad hecha presa por pusilánimes orcopolitas. Entre las denuncias de desaparecidos: la razón. Matar al sentido se hizo común. ¿Qué nos queda?
Destinos distintos… y distantes… acechan. Vacilaciones y maquinaciones reposan en quienes toman las decisiones, en quienes vierten indigestos discursos, gestados en obscuras almas.
Doblan dobleces por autopistas de la Patria de patriotas convexos, genuflexos, de convenientes convicciones, traidores de traidores que no escarmientan. Sobre quienes no cae el látigo sino las caricias de los groseros, que pasando la mano, pasan dinero.
Todo a la vista de todos. Los que ven y los que no ven. Y también… y también de los que viendo, deciden no ver.
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