Líneas de Guerra. Un peligroso precedente
La repulsa ante la toma del Capitolio por parte de los seguidores de Trump hizo que su expulsión de las redes sociales fuera aplaudida por todos.
Sin embargo, este hecho sienta un precedente que debe movernos, cuando menos, a la reflexión si no ya directamente a la preocupación ante sus implicaciones respecto de las libertades democráticas que todo ciudadano debe tener garantizadas.
No debemos pasar por alto que el carácter descentralizado y neutral que entrañan las redes sociales hicieron de trampolín para que Donald Trump consiguiera ser presidente de los Estados Unidos, también sirvieron de plataforma para que Barack Obama construyera un movimiento social que devolvió la fe en la política a muchos ciudadanos y además fueron la génesis hace una década de la Primavera Árabe.
Que Twitter, Facebook y Google se hayan coaligado para vetar al pintoresco expresidente norteamericano representa una amenaza para otras manifestaciones ciudadanas, sociales o políticas con ideas más avanzadas e innovadoras que las del magnate gringo, pero sin su dimensión, ni nombradía. Máxime cuando casi toda la interacción del mundo civilizado se aloja, directa o indirectamente, en los servidores de esos gigantes tecnológicos.
Precisamente, la expulsión de Trump del mundo virtual debe llevarnos a retomar el debate sobre la neutralidad del internet y la necesidad de reforzar con regulaciones adecuadas que en ningún caso impliquen la censura de ideas políticas políticamente incorrectas o no.
Es preferible el linchamiento digital tan común en la redes, a que las corporaciones que las administran tengan la libertad de disponer cuáles ideas se expresan y cuáles no, porque al final del día esas plataformas, constituidas inicialmente con una finalidad ludica, son al día de hoy la única herramienta verdaderamente democrática que tenemos los ciudadanos para difundir lo que pensamos o sentimos con un riesgo reducido de manipulación mucho menor al que tenemos en la radio, la prensa o la televisión.
Ojalá que el rechazo a Trump no haya servido para legitimar una acción que, en el futuro cercano, termine revirtiéndose contra la propia democracia que prometía defender su execración de Twitter y Facebook.