James Douglas Morrison: el genio poeta
Solo intentabas moldear tu existencia, a la que algunos llaman maldita, esos que nunca lucharon con los espíritus que te rodeaban, darte un destino “bendito”. Ni un solo instante pensaron que estaban frente al supremo dios del fuego y el viento.
No buscabas ser el rebelde de la contracultura, solo vaciar tu arte. Aquel que el rock con tu voz y movidas nos privo, sin notar tú que ya te superabas con esa literatura hermosa, extraña y que brotaba como un misterio divino.
Coincidiste con el atraer de los tiempos convulsos de los 60, caminaste hasta llegar a la existencia de tu creación, donde todo era más sencillo, aunque a veces revuelto. Sanaste las amputaciones de los espíritus atormentados, solo partiste y soltaste las adulaciones y reverencias paganas, hacia un destino que los hopi y tú acordaban.
Nunca llamaste la tristeza, ella era la claridad que alimentaba tu extensión y te arrastraba para llenar la sustancia, pues te habían lanzado a una perturbación violenta y apenas deseabas alzarte fuera de ella, encontrarte con Rimbaud, reclamarle su escapada para no coincidir con tu llegada. Salir de farra con Baudelaire, mostrarle que su razonamiento nunca fue maldito, tocar esas notas de Thelonius con Keruac y así alcanzar la elevación espiritual para llegar al Nirvana.
Tan solo soñabas limpiar las bellas artes de sus imperfecciones y entrelazar las letras de ustedes los mal llamados malditos.
Porque el lugar sagrado de los poetas siempre serán sus notas.
Para el poeta James Douglas Morrison
Porque los poetas son genios y todos los genios siempre serán poetas