El Ártico, la clave que conecta el cambio climático con la crisis en Ucrania

08-02-2022
Medioambiente
Rebelión
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El volumen de hielo cae de media un 35% en invierno y un 75% en verano mientras el transporte de mercancías con barcos ha crecido un 350% en solo cinco años: a la cabeza, el gas y el petróleo que Rusia vende a la UE

El cambio climático que funde el Ártico a marchas forzadas es una herramienta útil para Rusia –el cuarto emisor de CO2 del mundo– en su conflicto con occidente a cuenta de la frontera de Ucrania. Cuanto más destruye el calentamiento global el mar helado del norte, más caja hace la Federación Rusa con el gas y el petróleo que extrae del Ártico, transporta por un océano libre de hielo y vende, en grandes cantidades, a la Unión Europea.

El Gobierno ruso no es un negacionista público de la crisis climática. El país terminó por ratificar el Acuerdo de París en 2019, cuatro años después de su adopción en 2015. Pero arrastra los pies. De hecho, en diciembre pasado vetó una resolución de la ONU que calificaba el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad mundial.

Al mismo tiempo, prevé obtener cada vez más gas y más carbón, (sin reducir el nivel de petróleo), es decir, los combustibles fósiles que causan la crisis climática. Además, Rusia es «el principal proveedor de crudo y gas natural de la Unión Europea», expuesto en un sencillo análisis de la Oficina Europea de Estadística a la vista de las importaciones de la UE.

Más producción fósil, la causa del calentamiento global

La estrategia energética de Rusia planea incrementar en un 35% la producción de gas para 2035 (incluso un 52% la de carbón), según detectó el último análisis de la ONU. Y el Ártico está lleno de yacimientos de hidrocarburos a los que Rusia no renuncia.

«Ha concedido exenciones fiscales a la extracción para promover nuevos desarrollos de petróleo y gas en al región ártica además de la producción y exportación de gas natural licuado (LNG)», relata el trabajo de Naciones Unidas. Es decir, convertir una de las zonas que más padecen el efecto invernadero en campos de extracción de, precisamente, la causa de esa alteración climática.

En este contexto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo este miércoles que un ataque ruso tendría «consecuencias masivas en términos de sanción. Gravísimas para su economía». El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, afirmó un día antes que la respuesta de la Unión sería «rápida, determinada y unida» ya que «Europa está en peligro» por esta crisis.

El vínculo aciago entre perforaciones y deshielo

Los gases de efecto invernadero que la quema de gas, petróleo y carbón suelta a la atmósfera retienen el calor rebotado del Sol. De esta manera, la Tierra se recalienta. Y el Ártico lo hace mucho más rápido que el resto del planeta. La última evaluación del Panel Científico de la ONU de 2021 decía que su tasa era el doble de la global. Sin embargo, la realidad puede ser peor: en diciembre pasado un trabajo de la NASA afirmaba que la velocidad era cuatro veces superior.

En todo caso, ese calor funde el hielo boreal a un ritmo sin parangón. Los últimos 15 años han sido los que han registrado los 15 mínimos más exiguos de extensión de Ártico helado en el verano desde que hay mediciones.

El volumen de hielo experimenta un descenso medio del 35% en invierno y un 75% en verano, según refiere la Organización para la Explotación de Satélites Meteorológicos, Eumestat. A eso se le suma que la capa de hielo es más y más fina: el espesor medio, que en 1980 superaba los tres metros, no alcanzaba los 1,5 metros en 2008. Y eso significa grandes extensiones libres de hielo, un mar helado más fácil de romper y durante más tiempo en el año. Un campo abierto a las perforaciones y el transporte.

En 2021, el transporte de mercancías en la denominada Ruta Marítima del Norte (NSR en inglés) –que une por el Ártico el mar de Barents con el estrecho de Bering– marcó un récord absoluto: los buques llevaron 35 millones de toneladas de cargamento, un 350% más que hace solo cinco años, según el NSR Public Council de Rusia, una agencia dependiente del Ministerio de Transportes.

A la cabeza del tráfico marítimo estuvieron los buques petroleros y gasísticos: «Los cargamentos clave son el gas natural licuado del proyecto Novatek y el petróleo del proyecto Gazprom», recoge la agencia en su monitoreo. El objetivo ruso es llegar a 80 millones de toneladas en 2024 y 110 millones en 2030, según los objetivos oficiales del Ejecutivo de Vladimir Putin.

La Universidad Nord de Noruega revisa los datos de tráfico de esta ruta. En la temporada de aguas desheladas, entre junio y octubre, las singladuras han pasado de 1.651 en 2019 a 1.950 en 2021. ¿Los principales actores? Proyectos de hidrocarburos como Yamal LNG, Arctic Gate, Jarasavey Field o las perforaciones.

Rusia y su plan climático «críticamente insuficiente»

Rusia no está en una simplista negación climática. Ha presentado a la ONU sus planes de reducción de emisiones y ha anunciado la «neutralidad climática» para 2060. ¿Es un agente activo contra el calentamiento global? Sus planes han sido calificados como «críticamente insuficientes» por la organización Climate Action Tracker (CAT).

La CAT se dedica a recoger y analizar los anuncios y planes que los estados realizan sobre sus compromisos para contener el recalentamiento del planeta muy por debajo de 2ºC o incluso en 1,5ºC como establece el Acuerdo de París. «Si todos los países siguieran la estrategia de Rusia en comparación con su nivel de emisiones, el calentamiento global de la Tierra se iría a más de 4ºC a final de siglo», analiza. Además, «el país no ha hecho ninguna aportación sustancial a la financiación climática».

Porque la Federación Rusa es el cuarto emisor de gases de efecto invernadero del mundo y produce alrededor del 4% de todo lo que expulsa la humanidad a la atmósfera. Es la economía que más CO2 libera en relación a su Producto Interior Bruto, es decir, su manera de producir es muy intensa en emisiones de gases de efecto invernadero. También ocupa los primeros puestos en gases por habitante al rozar las 18 toneladas de CO2 por ciudadano.

Es difícil liderar la lucha contra el cambio climático si se ha multiplicado por tres el presupuesto público para la producción de combustibles fósiles entre 2015 y 2019 (llegaron a los 9.800 millones de dólares), como ha calculado la ONU-Medio Ambiente, y se planea invertir en esta década 158.000 millones de dólares en infraestructuras para el gas natural licuado, que se transporta, precisamente, en buques.

El primer vendedor de gas y petróleo a Europa

La crisis ucraniana ha puesto enfrente a Rusia y EEUU junto a la Unión Europea. Estos dos últimos han mostrado esta semana su unidad frente al país eslavo. El presidente norteamericano, Joe Biden, y los de las instituciones europeas y la OTAN, junto a los líderes de Alemania, Italia, Reino Unido y Polonia se comprometieron este martes a una respuesta «contundente» si Putin atacara Ucrania.

Pero la misma Unión Europea tiene, actualmente, una fuerte dependencia energética de Rusia. La UE importa alrededor de 400.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año. De esos, algo más de 152.000 millones provienen de Rusia, el 40% aproximadamente. Alemania compró a Rusia en 2020 el 66% del gas que utilizó. España, en este sentido, está en el rango bajo ya que compra 340.000 millones de metros cúbicos de gas (normal y licuado) a Argelia; por 140.000 millones a Rusia (cuarto vendedor).

Y en cuanto al petróleo, Europa importó unos 440 millones de toneladas de crudo en 2020. El 27% provino de Rusia, según Eurostat.

En tanto se dirime la crisis ucraniana, Rusia admite que el cambio climático existe, pero, al mismo tiempo, seguirá con las perforaciones en el Ártico en busca de gas y petróleo para transportarlo por un mar cada vez más derretido porque Occidente los compra. Y, mientras, el océano del Gran Norte, como mar helado, desaparece. Las consecuencias se sienten en el resto del planeta, también en España.

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