Este cinco de junio enfatizo en el cumplimiento de las leyes ambientales que tanto esfuerzo han costado consensuar y aprobar pero que no alcanza la institucionalidad para que gobiernos y autoridades respeten y hagan cumplir como juran cada 16 de agosto.

La Triple Crisis Planetaria que estamos sufriendo ya no da tiempo a lamentaciones ni excusas y mucho menos alcanza la dulce propaganda por las redes sociales. Triple por el Cambio Climático, la Pérdida de Biodiversidad y la Contaminación, y lo peor es que las tres hacen sinergia y provocan un efecto dominó, multiplicando los efectos adversos de cada una.

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El 24% de nuestra flora estaba amenazada en 2016, sin incluir a musgos y helechos,  pero el dato está lejos de estar actualizado y el último informe de la biodiversidad impreso es del 2020.  Es decir, que no tenemos información al día para trazar estrategias y planes de conservación para muchos grupos de plantas.

Vistos los números en 2022 y 2023 sobre las áreas afectadas por fuegos (74, 000 tareas, 600 incendios) y por la deforestación sabemos que la tarea es descomunal.

La contaminación por plásticos y por químicos está fuera de control en un país donde las escuelas son fumigadas junto con los arrozales con avionetas, y los plásticos inundan todos los arroyos y calles con cada aguacero mientras las barcazas de la muerte envenenan el aire, los ríos y los mares matando todo lo vivo. La minería es responsable de envenenar a comunidades enteras, como es el caso de la Barrick o desmontan montanas enteras, como la Belfond.

Entonces, ¿qué hacer?

Defender la vida, aferrarnos a ella, despertar y reorganizar los movimientos ambientalistas y las sociedades ecológicas porque nos va nuestra propia vida en ello.