
No, no son ellos
No,
no son ellos el problema.
No es el hombre que huele a surco
ni el que llega sin nada y aún así canta.
No es el brazo curtido,
ni el pie descalzo que siembra la tierra que tú ya no quieres pisar.
No es el negro,
ni el extranjero,
ni el que habla en otra lengua hecha de sudor,
ni el sin papeles que carga piedras,
ni su mujer que parió entre machetes de azúcar.
El problema es otro.
Está en tu mesa y no lo ves.
En tu salario raído,
en la mordida invisible del explotador sonriente,
en el que firma decretos con sangre ajena
y se lava las manos con discursos.
No,
no es el que carga el saco.
Es el que se queda con el grano.
No es el que corta la caña.
Es el que te vende el ron.
No es el que cruza la frontera
guiado por mafias pactadas,
Es el que te vende la patria por partes.
Míralos bien.
El que reza en la televisión no se arrodilla por ti.
El que grita en la radio no duerme en tu barrio.
El que señala al pobre,
ya se robó tu esperanza y ahora te quiere llenar de miedo.
Levanta la vista,
el que te engaña no es el que está en las construcciones ni en los sembradíos.
Está en las oficinas con aire,
en el traje sin manchas,
en la sonrisa sin alma.
Y tú, pueblo sin techo propio,
no lo olvides:
el obrero no invade, cultiva.
El migrante no arrasa, recoge.
El negro no contamina, canta.
El peligro es creer que son ellos el peligro.