Manuel Rivas: «Leer un libro durante una hora seguida es un triunfo de la humanidad»

28-11-2021
Literatura
Infolibre, España
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Manuel Rivas (A Coruña, 1957) vuelve a la literatura infantil y juvenil con Chispas(Alfaguara, 2021). Una ingeniosa alegoría del mundo moderno que desborda fantasía y que, al mismo tiempo, explora con visión crítica temas tan reales y actuales como las redes sociales, las modas, la autoafirmación individual a contracorriente, la confianza en uno mismo o la fama y su relación con el arte.

Chispas es un músico que quiere triunfar con sus propias armas. Y lo consigue de la manera más inesperada cuando la Fuente del Habla convierte sus canciones en mágicas y a él en una estrella del rock. Solo que no en nuestro mundo, sino en el lejano planeta Mutandi, gobernado por los cracks, que vendrían a ser los influencers que allí deciden no ya lo que está de moda, no. Porque los cracks fabrican la realidad misma. 

«La literatura siempre ha sido una respuesta al miedo, desde los cuentos tradicionales, y el mayor miedo humano es sentirse abandonado. Y ahora ese miedo se ha transformado en quedar fuera de juego, en eso que llamo Miedo a perderse algo (MAPA). Los cracks responden a este síndrome, el más extendido hoy día. Esa dispersión generalizada del foco de atención, ese picoteo, es porque a la gente le preocupa no enterarse de algo que está pasando», explica ainfoLibre.

«Por eso, leer un libro durante una hora seguida es un triunfo de la humanidad. Te has metido en ese viaje en profundidad y te dan ganas de gritar ¡aleluya!», remarca Rivas, quien defiende la independencia de personajes como Chispas: «Por fortuna, hay muchos como él. Gente que no tiene miedo a quedarse fuera y a la que al final escuchamos aunque no tengan muchos likes. Hay que reivindicar continuamente la idea del librepensador, que es lo que era por ejemplo Antonio Escohotado, fallecido el pasado fin de semana, porque él no contentaba ni a unos ni a otros. Una idea tan española, además, y contársela a los niños».

La idea principal de este relato es que en el mundo de los cracks, en el «mundo dominante«, lo que no es moda es lo que «queda fuera, es desconocido e inútil». «Porque si llegas con algo diferente que no está en la cháchara todos se preguntan ‘este de qué va'», señala. Y plantea, en este punto, la idea de que la literatura sea un mecanismo de defensa para que los niños y los más jóvenes comprendan el peligro de que la tecnología se convierta en una «adicción que coloniza nuestra imaginación y limita nuestra libertad».

«A mí me parece que la gente joven entiende muy bien esto», asegura, mientras denuncia una especie de «proteccionismo» para hurtarle cuestiones importantes a la infancia y a la adolescencia, a pesar de que en esas edades están en «primera línea de inquietudes porque se huelen lo que pasa en el mundo». «No te puedes encerrar en una cueva, esta realidad está ahí, pero la literatura puede dar mecanismo de defensa, entre ellos la ironía. Yo intento hablar de todos estos asuntos de una manera irónica y crítica. Creo que Chispas tiene mucho que decir, por muy marginal que sea», recalca.

Lanza entonces Rivas una imagen para resumir sus razonamientos: «Una persona que mire el mar y sea incapaz de perder la noción del tiempo ahí, tiene un problema con el foco de atención. Si estás mirando al mar y te pones a mirar el móvil, te estás perdiendo lo más importante«. Por eso, aboga por introducir la duda y el humor para «combatir» la adicción: «A la gente le va a seguir gustando hacerse fotos, esa ilusión la vivimos nosotros con otros cacharros. Ahora, que esa máquina no te domine. No te pongas enfermo si no te puedes hacer una foto, mira un poco a las libélulas y ya lo recordarás».

En Chispas hay también una reivindicación de las palabras, que brotan de esa Fuente del habla que mágicamente convierte al aspirante en una estrella al otorgarle el poder de expresarse de una manera especial. «Parte del trabajo de la literatura es ecológico, de recuperación, de luchar contra esa sequía en el lenguaje cada vez más estándar», explica el autor, quien lamenta que cuando haces alguna frase subordinada ya hay gente que se empieza a rascar la cabeza ya decir «venga hombre, este libro tiene demasiadas vueltas«. «Pues la naturaleza está llena de subordinadas», remata.

De esta manera, a su juicio hay un «paralelismo» entre esa fuente que se seca y y lo que ocurre con el lenguaje, que se seca y también se «contamina». Así, recuerda que en su día «progreso» era una palabra «ilusionante», mientras que ahora tiene más que ver con «tirar del freno de mano para detener el tren», algo que se ve en nuestra forma de vida, el tráfico, el consumo o en determinado modo de alimentarse. Pero para evitar hablar de ese decrecimiento, aboga por darle la vuelta a la idea y apostar por la abundancia «de cultura, de amor, de humor, de erotismo, de naturaleza». 

Esta sequía y contaminación en el lenguaje está extendiéndose por toda la sociedad. Y llega también, claro, hasta el discurso político, donde Rivas ve que «domina absolutamente un lenguaje apodíctico». «Lo que llamarían nuestros mayores el sermón. Un sermón de muy baja calidad. Por lo menos citen a Menéndez Pelayo, que decía aquello del ‘martillo de herejes’ y por lo menos tenía su coña», bromea divertido, incidiendo de nuevo en que al final todo el problema tiene un origen claro: «Se han dedicado a poder las frases subordinadas y no saben qué decir».

Por eso, subraya que, como decía Max Aub, «todos los problemas políticos de España se resumen en la cultura y en la educación». «El problema es que la fuente está seca y hay que salvar a las ranas como sea», reitera, para luego apuntar que esto ocurre porque la gente está «dominada por la tecnología«. También los políticos: «Están pensando en qué escribir en Twitter y llega un momento en el que la técnica, el cacharro, les domina. Como eso que dicen que pasa si estás en una guerra, que llega un momento en el que el gatillo controla tu mente y te transmite las órdenes. Ya no son las ideas las que utilizan los cacharros, sino los cacharros a las ideas».

Para escapar de esa tiranía tecnológica, que al final no es otra cosa que la tiranía de los cracks y sus likes, propone Rivas «revisar realmente el foco de atención». «Así los discursos y la forma de hacer política serían muy diferentes.Porque aquí hay una tradición ilustrada. Pero es que no leen ni a Ortega, podrían leer a Gasset por lo menos», lanza entre risas, para luego remachar: «Aquí ha habido, por desgracia, una tradición autoritaria muy grande en el poder, y tenemos esa triste historia de España. Pero hay otra historia, hay otras fuentes, aquí y en el exilio, tenemos mujeres extraordinarias y se habla muy poco de Concepción Arenal, por ejemplo».

Recuerda, asimismo, que el «primero y único» que prohibió las corridas de toros fue Carlos III, «el único rey que llaman ilustrado, pero nadie cuenta eso». «La fuente existe, pero la han dejado secar. Tengo la esperanza de que vuelva el agua y las ranas resistan. La falta de ironía es absoluta a derecha e izquierda. Y yo me pregunto, ¿pero no habrá alguien ahí que ponga un poco de chispa?», termina, no sin antes compartir una última chanza entre risas: «Repasaba yo el otro día el humor de Tono en La Codorniz y apareció una viñeta de un señor que decía ‘cuando voy a la cama llevo dos vasos: uno con agua por si tengo sed y otro vacío por si no tengo sed’. Y me dije, anda, este es Pablo Casado. ¡Pero clavado!».